¿Realmente era la criatura de Víctor un esperpento digno del rechazo que sufrió? Lo más cautivador del relato de Shelley, es la profunda humanidad del “monstruo”. “Nace” con un alma pura, igual que cualquier niño. No conoce las bajas pasiones, ni los sentimientos viles. Es abandonado por los prejuicios de su creador, quien no soporta la imagen que proyecta. Se trata de un espejo fraccionado, que devuelve una imagen laberíntica de emociones e interpretaciones, que en el caso de Víctor son insoportables. 

Ante la imagen reflejada, el juicio de Víctor es superfluo, basado exclusivamente en lo estético. Como un César Lombroso, Víctor juzga a su “hijo” solo por su “cascarón”, sin detenerse primero a analizar cómo funciona su mente, si tiene alma, qué tipo de sentimientos es capaz de albergar. 

Sí, el monstruo al principio no era malo y tampoco tonto. La criatura creada por Víctor era un ser puro, dotado de una inteligencia superior, capaz de leer y disfrutar El Paraíso perdido, de Milton; Las vidas paralelas, de Plutarco y Las desventuras del joven Werther, de Goethe. «La posesión de estos tesoros me produjo un inmenso placer”, afirmaba el “monstruo”.

Cuando escapó de su creador, la criatura se refugió en el bosque. Allí se vio reflejado en el agua y se asustó ante una imagen que no coincidía con la nobleza de sus sentimientos. Observando a distancia la vida de una familia campesina, lo que siente es ternura y necesidad de contacto humano. Sufre el rechazo, y se aísla de todo. La soledad comienza a minarlo, y él mismo expresa:

Y más adelante también afirma lo siguiente:   

Lo único que desea este “ángel caído” es amor. Primero el amor de su creador:

El ángel caído – Salvador Dalí

Pero ante esta imposibilidad de recibir amor, la criatura pide que se le brinde la opción de tener a un ser a su lado, idéntico a él, capaz de amarlo y hacerle compañía, para así poder vivir feliz, sin contacto alguno con el mundo civilizado, ese mismo que le rechazaba y lo perseguía.

Víctor, en un principio, accede a la petición. La historia narrada por su “hijo”, le conmueve:

Pero a poco de iniciado el trabajo para cumplir con su promesa, el médico se llena de dudas y desiste de su decisión inicial. Sus consideraciones son lógicas, pero vistas exclusivamente desde su perspectiva. Sigue viendo a su criatura como un engendro infernal y teme que si crea una bestia similar, entonces podrán procrearse y llenar al mundo de una raza de seres monstruosos.

Como vemos, son reflexiones lógicas, pero fallidas. ¿Acaso un médico capaz de crear a un ser vivo, no tiene también la capacidad de crearlo estéril, sin posibilidades de procreación? Si siente que es egoísmo ceder a las súplicas de su criatura: ¿Por qué no pensó en su propia familia, que sufriría la venganza del “monstruo”? ¿No hubiera sido más fácil tenderle una trampa y terminar con la pesadilla antes de que ésta siguiera multiplicándose?

Los errores de juicio de Víctor Frankenstein son una constante en todo el relato de Shelley. El personaje juega con lo más sagrado, la vida y se destruye a sí mismo en el intento. La novela está repleta de simbolismos y posibilidades interpretativas de toda clase.  Se puede leer como un juicio moral pero también como una parodia del existencialismo.

Dice Víctor:

Ese auto cuestionamiento tan propio del romanticismo se despliega a lo largo de toda la obra. Víctor y su creación son la misma persona. El monstruo termina siendo una metáfora del universo psíquico del médico, que desea alcanzar la gloria sin reparar previsivamente el alcance de sus acciones.

Víctor se va consumiendo a la par que su creación se enfrenta al mundo. Ese encuentro que hace la criatura con la sociedad, despierta los miedos, los prejuicios, las actitudes frente a lo extraño y diferente. El monstruo no solamente es el reflejo de Víctor en ese espejo fraccionado, que conduce a laberintos mentales. También es el reflejo de la humanidad.

Dice la criatura:

Es imposible leer estas reflexiones y no sentir empatía por el “monstruo”. Shelley nos transmite la profunda humanidad de la criatura y hace una crítica feroz a la sociedad, que con sus prejuicios y odios ignorantes muchas veces transforma en viles criminales a seres cuya naturaleza primigenia era benigna.

La criatura se convirtió en monstruo por el daño que le fue infringido, por razones involuntarias. Su aspecto físico era terrible, su origen natal insólito, pero no fue eso lo que hizo de él un asesino. El criminal se gestó por el tipo de humanidad que le tocó enfrentar, que le condenó a una soledad irredimible, odiado y rechazado por quienes debieron sentir necesidad de ayudarlo y protegerlo.

Primero el rechazo de su creador, luego ese odio encontrado en toda persona que se atravesase en su vida. Un odio que trascendía cualquier hecho concreto. Regaló leña a una familia pobre para que se calentara y lo que recibió fue odio. Salvó a la hija de un campesino y lo que le devolvieron fue desprecio. ¿Cuántas personas atraviesan por circunstancias similares en la vida real?

Racismo, clasismo, xenofobia, rechazo al diferente. ¿Cómo se gesta la crueldad humana? ¿Qué pasa cuando el amor es imposible?

Mary Shelley nos brinda la posibilidad de reflexionar sobre estas cosas mientras leemos su historia de terror. ¿Quién realmente es el monstruo?

La respuesta no es simple. Porque esa criatura endemoniada que es Frankenstein no es sino un reflejo en el espejo. Y frente al mismo, están Víctor, también la humanidad toda y estamos nosotros mismos.

El miedo nos adentra en un laberinto oscuro, donde los fantasmas que acechan sirven para enseñarnos la otra cara de lo que somos.  Si el joven Werther de Goethe decidió suicidarse, lo hizo porque su existencialismo no consiguió las respuestas que buscaba en el amor, su miedo a la soledad le ganó la batalla. Werther se enamoró del amor y se sintió traicionado. Su muerte fue una forma de odiar al amor, declararle una sentencia final por su traición. 

El suicida, 1887 Edouard Manet

En “Frankenstein sentimos el mismo tipo de dilema. Víctor quiere la gloria y juega con la vida, creyendo que su amor a sí mismo es suficiente para trascender cualquier límite. Se equivoca. Descubre que sus acciones tienen consecuencias en los demás, y son trágicas. Su amor propio llevado al paroxismo produjo a otro ser vivo que – debido a sus trágicas circunstancias de vida – solo pudo recibir y dar odio.

El terror que despierta la bestia es el miedo que sentimos cuando sabemos que una verdad es demasiado dolorosa para confrontarla. Víctor teme verse reflejado en la bestia, y la expulsa de su vida. Pero no funciona el experimento. Se trata de su propia existencia. El reencuentro es inevitable. Y al producirse, se fusionan los dos cuerpos en uno solo.

Víctor termina solo, deprimido y lleno de reproches hacia sí mismo. Su consciencia se lo devora. Al monstruo, le pasa lo mismo. Revisa su vida y lo que consigue es muerte. El sufrimiento que él sintió también lo causó a otros.  Pone fin a su vida asesinando a su creador. Al hacerlo, su propia existencia pierde todo sentido, si es que alguna vez tuvo alguno. Se escapa, huye a las antípodas del mundo.

Prepara una hoguera y allí se incinera. Ese final, poético y trágico, es el suicidio del joven Werther transformado en monstruo. La criatura se suicida porque al comprender el significado del amor, entendió que nunca lo alcanzaría. El amor le traicionó, y su muerte fue la venganza. Al morir el monstruo, dos seres se vuelven uno. Creador y obra tienen el mismo final. Del laberinto del espejo no hay salida. El reflejo fue insoportable. Y entonces la imagen se desvanece con la muerte.

Esa bestia –que fue el monstruo creado por Víctor– es su propio reflejo. La imagen desaliñada y grotesca de la criatura constituye la parodia de una humanidad que le teme a la confrontación consigo misma.

James McAvoy en ‘Victor Frankestein’

Se habla del amor, se escriben canciones y novelas, toda una poesía del amor. Pero basta que un ser rompa con los esquemas preconcebidos, para que se abra la caja de Pandora y se liberen todos los demonios.

“Frankenstein” es la suma de nuestras limitaciones. Esa bestia gigantesca constituye una imagen especular. Y refleja todo lo que le falta al mundo para ser perfecto.





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9 respuestas a “Frankenstein: imagen que refleja a la humanidad”

  1. […] Frankenstein: imagen que refleja a la humanidad Prometeo […]

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  2. […] Frankenstein: Imagen que refleja a la Humanidad Charles Darwin ( 1809 / 1882) […]

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  3. Avatar de SORAYA VELASCO
    SORAYA VELASCO

    QUE PROFUNDO ANALISIS DEL SER HUMANO. ME IMPACTO

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    1. Avatar de Juan Carlos Sosa Azpúrua
      Juan Carlos Sosa Azpúrua

      Muchas gracias Soraya!

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  4. Avatar de Valmore Valecillos
    Valmore Valecillos

    Cuántos Frankenstein ha generado la situación actual de Venezuela? Cuánta inocencia y confianza absoluta de depositó en aquellos que considerabamos los mejores y más sabios y solo correspondieron con burlas y engaños??

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  5. Avatar de Eudes Chacón
    Eudes Chacón

    El amor es la perfección. Dios es amor.

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  6. Avatar de Graciela Cedeño
    Graciela Cedeño

    Triste realidad que el ser humano lleva a través de los siglos: odio, maldad, traición, venganza. El amor, los sentimientos nobles, la pureza de alma se pierden en un batallar de la humanidad por un ego perverso, por ansias de poder, por la avidez del dinero que permite fluir los sentimientos recónditos de cada quien. La unión como hermanos y la esperanza de una vida plena y en paz, es una esperanza, aún en momentos críticos. Recordar la historia de Frankestein con sus reflexiones, ha sido una iniciativa que le aplaudo, felicitaciones y gracias por compartir su tiempo y su genialidad.

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    1. Avatar de Juan Carlos Sosa Azpúrua
      Juan Carlos Sosa Azpúrua

      Muchas gracias por tus reflexiones Graciela!

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  7. Avatar de marthaguadarrama
    marthaguadarrama

    Intuitivo en el análisis de la naturaleza humana. Me causo desconcierto la imagen del Ángel caído de Dalí. Nunca lo había visto…su gavetas vacias, mas que temor, inspira la desilusión de un ser que no se consigue…a si mismo…Excelente JCSA!

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