Esa vez, sí,
año telaráñico,
fui Ícaro.
Volé alto
y sentí el sol.
Creí tener alas
y me topé con la mar,
donde naufragué
antes de ser engullido
por sus misterios.
Palpé el fondo
y supe que moría,
no volvería ser
el que fui.
Y entonces
busqué tu mano.
Una,
dos,
cuatro veces.







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