El Simbolismo es un movimiento poético que surgió en Francia y en Bélgica, a mediados del siglo XIX[1]. Fue una reacción a la excesiva racionalidad de la Ilustración, y la mimética con lo natural del Naturalismo, al excesivo esteticismo de los parnasianos y al sentimentalismo de los románticos.

Los poetas simbolistas buscaban viajar a sus mundos interiores, para descubrir un universo inhóspito, donde emociones y sentimientos – la intuición misma – constituyeran los planetas y las estrellas.

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Charles Pierre Baudelaire 1821 –1867

A partir de lo desconocido, los poetas buscaban darle forma a lo inefable. Como si se tratase de un fantasma escurridizo, el mundo interior del creador se valía de los símbolos externos para armar una estructura semántica, que de una u otra manera les interpretara fielmente lo que la sociedad burguesa era incapaz de representar: las pulsiones más profundas de lo humano, aquello por lo que la vida cobra algún significado que justifique la existencia.

Los poetas simbolistas eran rebeldes con causa. Se rebelaron contra los prejuicios de una sociedad que pretendía encasillar al ser humano dentro de un código prestablecido, robotizándole en sus usos y costumbres, volviéndole una entidad predecible y limitada.  Ante el hastío producido por los convencionalismos, por la vida hecha cubículo y mesada, el poeta simbolista reaccionó pintando un cuadro deforme, un garabato sujeto a infinitas interpretaciones.


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Stéphane Mallarmé 1842 – 1898


La poesía simbolista penetró las cavernas submarinas del alma humana y se conectó con los seres que allí hacen vida. Son especímenes únicos, diferentes, extraños al ojo convencional. En estas profundidades la única luz es generada por la imaginación sensible del poeta. Buscando atrapar al fantasma de sus emociones, el creador se vale de las visiones arquetípicas, adelantándose, en más de medio siglo, a las revelaciones sobre lo inconsciente que hizo Freud y de los arquetipos, con los que se conectó Jung[2]

Usando la poesía como puente entre el universo interior y la sociedad, los poetas insurgieron con un lenguaje trascendental, con el cual intentaban superar los límites de lo racional, para alcanzar un todo universal, que para Rimbaud[3] nunca se logró. La rebeldía poética arrancó la camisa de fuerza del mundo conocido, para volar hacia un espacio donde cualquier restricción podía superarse. Lo prohibido perdió su carácter autoritario y se transformó en un salón de juegos.


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Paul-Marie Verlaine 1844 –1896

Mordiendo la manzana de la tentación, traspasada las fronteras más peligrosas, los poetas simbolistas quebraron el molde de la razón, del puritanismo social, del clasismo imperante, valiéndose de todos los recursos creativos, capaces de ser generados por la mente para representar lo irracional, lo que no se capta con el uso de la lógica. Los sueños, el misticismo, los mitos de la antigüedad y lo arcaico dejaron de ser territorios poco visitados por el lenguaje. Los poetas hicieron uso de sus experiencias por estos linderos para rescatar sensaciones, pulsiones vitales que no se explican con los significados tradicionales de la razón.

Así, dejaron de ser turistas del más allá, para convertirse en viajeros frecuentes del inframundo y del paraíso, aterrizando en mundos de ensueño, para darles forma y pintarlos de colores.  Los poetas simbolistas cortaron todas las amarras e izaron el ancla, que hasta entonces mantenía al barco existencial en aguas tranquilas.

Se aventuraron a navegar nuevos océanos y visitar islas solitarias, habitadas por seres desconocidos. Para hacerlo, tuvieron que romper con los cánones aceptados y las normas sociales. Esta fractura produjo heridas sangrantes, que no cicatrizaron. Cual espejo roto, la sociedad no reflejaba con armonía la vida de estos poetas. Entonces vino el rechazo, la incomprensión y la condena. 


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Jean Nicolas Arthur Rimbaud 1854 –1891






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Una respuesta a “Poetas malditos”

  1. […] Poetas malditos […]

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