Hace cinco años escribí en este diario que Chávez quebraría a PDVSA. No me creo brujo ni tengo ínfulas de visionario, el simple sentido común le decía a cualquier mortal que PDVSA sería la gran tajada, como diría Arturo Uslar Pietri, el “festín de Baltasar” de este absurdo régimen. Así fue.
Allí están mis publicaciones y mis queridos alumnos para corroborar lo que hasta la saciedad les repetía en clases, que la política petrolera de estos patéticos personajes le restaría posición de mercado a Venezuela y que el afán de ponerle la mano al botín haría de nuestra preciada industria un triste recuerdo, una añoranza.
¿Cómo esperar que PDVSA se salvara de estos “Sadim”, tristes humanoides que convierten en estiércol todo lo que tocan, que recelan la excelencia, se nutren de mediocridades para evitar al espejo que les refleja sus complejos, les remueve sus inseguridades y les recuerda la débil contextura moral e intelectual de la que están hechos?
¿Cómo sentar en la misma mesa a un Ramón Espinasa con cualquiera de estos Sadim?
¿Qué idioma hablarían?
¿Cómo se comunicarían?
¿Cómo hacer una Asamblea de Accionistas y tener a cualquiera de los miembros de Gente del Petróleo reportándole resultados operativos y gerenciales a un Sadim?
En 1998 había un estropajo llamado Fundapatria. Allí había cualquier cantidad de Sadim buscando micrófono para cantar a los cuatro vientos cuan patriotas eran, para demoler reputaciones a granel, para demostrarle al mundo que ellos si sabían de petróleo y conocían mejor que nadie los intereses del país, lo cuales, según ellos, estaban siendo regalados al mejor postor.
¿Dónde están esos Sadim en el presente?
Lograron penetrar la “caja negra”.
Hoy los Sadim muerden el botín como perros rabiosos. Mataron a PDVSA, lo que queda de ella es el pellejo que escupen los Sadim.
(El Universal 2003)







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