El cineasta Roberto Benigni hizo una obra maestra con su película “La vida es bella”.
Buscando salvarlo del horror cotidiano, un padre hace creer a su hijo que el campo de exterminio nazi donde estaban esclavizados era un parque temático de juegos y aventuras. La inventiva del adulto abría la imaginación del niño para convencerlo que los presos no eran presos sino actores jugando a la guerra, siendo las monstruosidades que sufrían parte de ese juego.
El amor del padre obró el milagro de hacerle llevaderos los días a su hijo y el horror del holocausto temporalmente no se devoró su corazón infantil.
La magia de Roberto Benigni inclusive logra que a ratos los espectadores riamos junto con el niño de la historia, en esos instantes llegamos a olvidar la tragedia, embriagados de ternura y admiración por las proezas de un hombre desesperado, llevando su amor paternal a superar los límites de lo posible
Pero por más que el juego de ilusiones disfrazara la maldad, un disfraz siempre es disfraz. Mientras el niño se divertía con las ocurrencias del padre, el sufrimiento de los presos que si eran presos permanecía intacto; las vejaciones mancillaban sus almas y violaban sus cuerpos, las duchas de gas los mataban y las cumbres con sus cadáveres apilados seguían creciendo.
La última imagen que vemos es la del niño saliendo sonriente del campo de la muerte, montado en un tanque estadounidense que para él era de juguete.
Mientras el aliento del diablo quemaba todo en ese infierno humano, el padre conservó la inocencia de su hijo.
Pero al final de la película sucede lo inevitable, el niño queda huérfano porque el pelotón de fusilamiento tenía asesinos que no eran muñecos, disparando a su papá balas que no eran de mentira.
Saliendo del cine, el cerebro de uno también es de verdad. Se hace inevitable pensar que ese inocente no lo sería eternamente, teniendo que llorar como adulto las lágrimas que de niño fueron sus risas.
Cuando voy en mi auto y observo la propaganda política con caras sonrientes y puños victoriosos;
Cuando enciendo la tv y presencio las cuñas del país maravilloso que pronto tendremos al manchar nuestros dedos de tinta;
Cuando leo los artículos de prensa de tantos opinadores que triunfalistas analizan encuestas y hacen pronósticos de victorias épicas;
Cuando escucho a voceros de la MUD afirmando en ruedas de prensa y entrevistas televisadas que en el organismo electoral todo está normal;
Cuando escucho, una y otra vez, que los políticos de siempre esta vez sí cobrarán lo que nunca han cobrado;
Cuando me topo con tantas personas experimentando todas estas ilusiones como si fueran ciertas, viviendo esta democracia como si fuera de verdad y no de juguete; entonces entiendo que Venezuela, país de presos que se pudren, muertos que se apilan y REP de fantasmas, también es bella, como la película de Roberto Benigni…como esta Revolución bonita.
06 febrero, 2012







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