1) El salvoconducto lo autorizó y entregó la tiranía;
2) El asilo lo tramitó un agente de la tiranía;
3) El asilo lo concedió un aliado de la tiranía;
4) Fue la tiranía la que autorizó su inscripción en el CNE (también propiedad de la tiranía);
5) Hizo su campaña con el visto bueno de la tiranía;
6) Se lava las manos como Poncio Pilato con el asunto de las actas, dándole la razón con eso a la tiranía;
7) Acepta y se somete (por tanto legitima) a la autoridad del TSJ, del CNE, del Poder Ejecutivo y del Servicio Exterior, todos organismos al servicio de la tiranía para garantizar su poder total y eterno.
8) Se va del país a una nación bella, civilizada y cómoda, después de activar aquí una estrategia improvisada y suicida, que ha dejado a más de 50 muertos, cientos de heridos y más de dos mil presos políticos (muchos de ellos niños) en las cárceles más peligrosas de Venezuela.

Y aún así, algunos osados historiográficos históricos tienen la osadía de compararlo nada más y nada menos que con don Francisco de Miranda.

Virgilio afirmó que «la fortuna favorece al audaz»… Estoy seguro que el gran poeta de César Augusto no tenía en mente a este tipo de osados. Venezuela no levanta cabeza, y es porque pareciera que no la tiene, a juzgar por la inmensa cantidad de personas que siguen aplaudiendo a cuanto «osado» se aparece citando a la historia de Venezuela y del mundo, después de haberla leído en una caja de cereal o visto en alguna telenovela de Delia Fiallo o Leonardo Padrón.
Momentos muy duros los que un porcentaje demasiado alto del país no está dispuesto a comprender, cerrándose los ojos ante la razón para aplaudir, una y otra vez, a la locura. El resultado está a la vista, eso sí no puede disfrazarse.
Ayn Rand lo dijo mejor que nadie:
«Puedes ignorar a la realidad, pero no puedes ignorar a las consecuencias de haber ignorado la realidad».








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