Cuando Japón quedó devastado por la guerra, USA decidió reconstruirlo designando al general Douglas MacArthur como gobernador, una suerte de virrey con el visto bueno del emperador Hirohito (primera foto) y el apoyo de quien terminó siendo el Primer Ministro, el gran negociador y estadista Yoshida Shigeru (segunda foto)..

Gracias a esta decisión de USA de ocupar Japón y gobernarla durante algunos años hizo posible que la nación nipona se recuperara del trauma bélico y levantara vuelo como uno de los países más poderosos del orbe.

La decisión del presidente Donald Trump de ocupar Gaza y reconstruirla para transformarla en una suerte de Riviera Francesa debe comprenderse bajo la misma óptica del caso japonés. Se trata de una visión de grandeza que es precisamente lo que necesita un pueblo cuando ha quedado devastado por las bombas y el odio.

La presencia de USA en ese territorio puede servir de puente para conciliar a palestinos e israelitas y como tapón para mantener a raya a los fundamentalistas islámicos y a los terroristas. También servirá para frenar a Irán y crear un contrapeso a la influencia rusa en la zona.
La reconstrucción de Gaza significará que se abre un horizonte de esperanza para un país que lo perdió todo; la posibilidad de tener un destino de prosperidad y paz.
También, si se actúa con el espíritu de MacArthur, puede poner las bases para una negociación equilibrada, que dé como resultado la creación de un Estado Palestino, lo que cerraría muchas heridas, cumpliéndose el anhelo de ese pueblo, que tiene décadas luchando por ello.
La decisión de Trump es una luz en la oscuridad. Es torpe oponerse con argumentos nacionalistas o «humanitarios», que al final no son otra cosa que retórica estéril que no conduce a nada bueno. Hay que ver esto con ojos prácticos y realistas.
Gaza es hoy un cementerio de escombros, sangre y esqueletos. La presencia de USA como regente del territorio y gerente en el proceso de reconstrucción garantiza la presencia de un elemento neutralizador de los demonios y con la capacidad de transformar a ese cementerio en un paraíso de belleza y prosperidad.
Obvio que no es una solución perfecta ni libre de polémicas. Pero es la mejor.







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