Debo comenzar por manifestar mi gratitud a Juan Carlos Sosa Azpúrua por haberme conferido el inmenso honor de designarme la tarea de redactar el prólogo para este libro: La libertad individual y don Quijote de la Mancha (2022).
El autor, que viene a enriquecer las filas de la exégesis cervantina en Venezuela, nos presenta una nueva manera de interpretar el contenido de la obra más notable de las letras españolas, con la cual ha estado vinculado desde sus primeros años.
En su infancia, durante una primera visita a Toledo, Sosa Azpúrua entra en contacto por primera vez con don Quijote de la Mancha. Sus padres, Andrés Sosa Pietri y Luz María Azpúrua, le regalan una pequeña estatuilla del hidalgo manchego, que, inmediatamente, despierta la imaginación y la emoción del entonces niño.
La curiosidad del pequeño hace que su madre le obsequie una edición infantil de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. Desde ese momento, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) se convierte en una de sus lecturas favoritas. El texto es en gran parte responsable de su afición por la literatura. El mundo de las letras genera en él gran pasión y es el motivo de numerosos y provechosos desvelos. En el Colegio Santiago de León de Caracas, gana un concurso de cuentos; y en el Colegio Los Arcos, siendo el presidente del centro de estudiantes, promueve el teatro y un periódico estudiantil.
Con el tiempo, decide enfrentarse con una edición íntegra del Quijote. Estoy absolutamente persuadido de que la natural intuición por el arte y el buen gusto literario de Sosa Azpúrua lo llevan a adentrarse inmediatamente por las fascinantes páginas de la novela, en las que encuentra y sigue encontrando temas para la reflexión y para la meditación.
El Quijote ha acompañado a Sosa Azpúrua durante toda su vida. Aunque este se ha dedicado a numerosas tareas: ejerce el derecho, es empresario, se ha desempeñado como editor y promotor cultural, escribe obras literarias, ensayos y artículos de opinión; siempre ha encontrado tiempo para revivir una y otra vez las aventuras del hidalgo manchego.
Muchos de los anhelos y de las inquietudes de Alonso Quijano han generado empatía en Sosa Azpúrua. El primero encontró cobijo en los libros de caballería; pero, inconforme con su vida y su realidad, asumió la identidad de don Quijote para sublimar su existencia y hacer un mundo mejor «desfaciendo todo género de agravio», enmendando sinrazones y corrigiendo abusos.
El segundo ha encontrado en la literatura un refugio ante la mezquindad, banalidad y maldad del mundo; sin embargo, también ha salido numerosas veces del albergue de las letras con el convencimiento de realizar labores trascendentes: ha dictado conferencias sobre literatura, cine, petróleo, energía y derecho internacional en distintas universidades y en importantes instituciones, tanto públicas como privadas, dentro y fuera de nuestro territorio; ha organizado y promovido foros internacionales sobre geopolítica del petróleo y economía petrolera; ha publicado textos sobre política petrolera y sobre derecho penal (La apertura petrolera venezolana: ¿oportunidad de desarrollo?, 1997, «Terrorismo de Estado y lesa humanidad en Venezuela», 2003, ABC del petróleo y la energía, 2010).
Además, ha retratado de manera crítica las circunstancias de nuestra nación en dos novelas: Cicatriz (2008), visión, dentro del contexto global contemporáneo, de la política y sociedad venezolanas, sometidas e influidas por el mesianismo, los espejismos generados por el petróleo y la crisis institucional; y La muerte tiene muchos rostros (2014), espejo descarnado de la coyuntura de las primeras décadas del presente siglo: la tragedia del exilio, la turbulencia política, la lucha por la libertad y la esperanza de no cumplir con un porvenir desolador. Si el vivir de todo hombre se justifica y trasciende en sus obras, Sosa Azpúrua ha legitimado su estancia en este mundo con numerosas publicaciones que buscan contribuir con el desarrollo del país.
Curiosamente, Sosa Azpúrua, cuando «frisaba la edad (…) con los cincuenta años», decide abrir un espacio en todas sus ocupaciones e iniciar estudios superiores en literatura. Con un camino académico recorrido, pues en su juventud realiza la carrera de Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello, y había egresado como Magíster in Legibus de la Universidad de Harvard; cumple su formación universitaria con gran vocación, disciplina y excelencia.
Desde un comienzo, contempla la idea de coronar sus estudios con un trabajo de grado sobre el Quijote, y nunca ceja en su empeño. Por esta razón, ahora podemos contemplar el texto que recoge el fruto de su labor, producto de años de reflexión sobre la obra cervantina y de sus conocimientos en los ámbitos de la filosofía y del derecho.
El libro es evidencia de la cosecha de aquellas opimas semillas sembradas por el autor, que se ha dedicado concienzudamente no solo al estudio de la pieza más importante de las letras españolas, sino también a la revisión exhaustiva de sus comentaristas y estudiosos.
La redacción de este ensayo académico, además, representa para Sosa Azpúrua la mejor manera de ocupar su vida en algo trascendente, la ocasión ideal para sobrellevar la melancolía; pues, el 10 de enero de 2020, cuando había cumplido con gran parte de sus estudios en Letras, la vida lo sorprende. Parafraseando las palabras de César Vallejo, recibe un golpe tan fuerte como el odio de Dios: Inés Röhl Solovioff, su esposa, su gran amor, parte de este plano. Quien había nutrido su vida de los más elevados y nobles sentimientos, su inseparable compañera, entrega el alma a Dios; o, como el mismo Sosa Azpúrua manifesta: «se convirtió en energía inmortal».
Las tristes circunstancias lo incitan a recluirse en su oficina y encontrar refugio y consuelo en el sosegado estudio del Quijote. La posterior aparición de la pandemia de COVID-19 también propicia que ocupe gran parte de su tiempo en la redacción de su entonces trabajo de grado. Con todo el bagaje de ideas y anotaciones elaboradas y acumuladas durante largos años, recomienza su vida con la composición de las páginas de las que hoy podemos disfrutar.
Llama la atención que un texto que trata, entre otros temas, sobre cómo sobrellevar la existencia ante los infortunios y los escollos que se nos presentan, acerca de cómo dar un sentido poético y noble a la vida, es gestado en unas circunstancias como las que he descrito en estas líneas.
Sosa Azpúrua nos ofrece una nueva lectura del Quijote. ¿Cuántas veces ha sido reinterpretada y reinventada la novela de Cervantes? Responder con precisión esta pregunta entraña el peligro de caer en una imprecisión. La obra ha sido repensada de tantas maneras que dar una contestación a la interrogante resulta un vano esfuerzo. Es inagotable.
Tal como expresó Ernestina Salcedo Pizani en Una lectura del Quijote desde la visión manierista (1982): «…la obra se escapa como se escapa el alma del hombre cada vez que intentamos enjuiciarla de una perspectiva unilateral, porque ella es permanente cambio, proyecto de vida en cada instante, intermitencia de sueño y realidad, evidencia de ilusión y desengaño». (1982: 29). El Quijote nos brinda múltiples posibilidades de exégesis.
Aunque numerosos eruditos y escritores: Diego Clemencín, Francisco Rodríguez Marín, Clemente Cortejón, Iván Turguenev, Heinrich Heine, Hippolyte Taine, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, José Martínez Ruíz, Ramiro de Maeztu, Juan Montalvo, Martin de Riquer, Celestino Fernández de la Vega, Ángel Rosenblat, Harold Bloom, Mario Vargas Llosa,… han ocupado sus mentes en la novela; las lecturas y relecturas no han sido agotadas. A pesar de que pareciera poco probable idear una nueva comprensión de las aventuras del manchego, siempre sale de la imprenta un nuevo y original comentario.
El libro de Sosa Azpúrua es prueba de lo que he afirmado con anterioridad. El autor, partiendo de los conceptos y las interpretaciones que sobre la libertad individual y la realidad ofrecen reconocidos pensadores de la tradición filosófica occidental, como Platón, Friedrich Nietzche, John Stuart Mill, Víctor Frankl y Erich Fromm, nos presenta una innovadora comprensión de la figura de don Quijote.
Si bien este tradicionalmente es asociado con la locura por parte de la crítica literaria y un sinnúmero de lectores, Sosa Azpúrua subraya que el personaje literario conscientemente ejerce su libertad individual para subvertir los significantes convencionalmente aceptados por el colectivo, y crear así un mundo enriquecido con poesía y sabiduría, lo que da sentido a su vida. Alonso Quijano supera el aburrimiento y la melancolía, gracias a que, venciendo el miedo a la censura y al qué dirán, crea una realidad que le permite sentirse vivo, experimentar el amor, la pasión y el misterio.
El caballero andante, que nada tiene de loco, posee la razón en instancia última y representa los más auténticos y nobles valores vitales. Está desajustado de una sociedad sujeta a ideologías y lugares comunes. No encaja en un mundo profundamente deshumanizado. Ejerciendo su libertad individual, el personaje pone en evidencia que, en la España decadente y pícara del siglo XVII, no tenían vigencia los valores de los caballeros andantes: el honor, la nobleza, la honestidad, el amor puro,…
Sosa Azpúrua da continuación a la exégesis cervantina de nuestro país, la cual hace gala de obras maestras. No puede ser ignorada la obra Cervantes ante la crítica (1877), de Amenodoro Urdaneta[1], hijo de Rafael Urdaneta, ilustre prócer de nuestra independencia; y reconocido polímata.
Según palabras de Ernestina Salcedo Pizani, autora antes referida, Cervantes y la crítica es «uno de los más tempranos monumentos de la exégesis cervantina en Hispanoamérica, y, por supuesto, el primero de gran aliento en Venezuela». (1982: 52).
Aunque creo que el trabajo de Urdaneta ocupa una posición privilegiada entre las publicaciones que en nuestro país se han ocupado de repensar el Quijote, considero indispensable referir algunos otros títulos del amplio repertorio bibliográfico que sobre Cervantes ofrece Venezuela: «El milagro cervantino» (1967), de Pedro Pablo Barnola; «Palabras al lector. El Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha» (2000), de Salvador Garmendia; Las novelas ejemplares de Cervantes. Espejo de la literatura española del Siglo de Oro (1998), de Isabel Larra Tarre; «Don Quijote de la Mancha y los orígenes de la novela» (1977), de José Napoléon Oropeza; Análisis del Ingeniosos Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1997), de Alicia Perdomo; «A favor del Quijote» (2002) y «Nuestro Señor Don Quijote» (2004), de Francisco Javier Pérez; «Literatura y vida… artificio y verdad» (2002) y «Cervantes imaginero» (2005), de María del Pilar Puig; Una lectura del Quijote desde la visión manierista (1982) y «Del Quijote de Cervantes a Leyendas del Quijote de Pedro Pablo Paredes» (1993), de Ernestina Salcedo Pizani; «Discurso pronunciado con ocasión del IV centenario del nacimiento de Cervantes» (1947), de Edgard Sanabria; Cervantismo venezolano (1949), de Felipe Tejera; «Tres momentos de Don Quijote» (1955), «Cuál Quijote leemos» (1978) y «Nuestro Señor Don Quijote» (1984), de Arturo Uslar Pietri;…[2]
El Quijote no solo ha sido motivo de interés para la crítica literaria en nuestro país. La obra también ha dado pie a nuevas recreaciones literarias: Don Quijote en América (1905), de Tulio Febres Cordero; y Leyendas del Quijote (1976), de Pedro Pablo Paredes.
En Don Quijote en América, Alonso Quijano, víctima de un síncope, será enterrado; no obstante, un joven descendiente de Cide Hamete Benengeli recomienda dejar su cuerpo una noche en el cementerio con la intención de comprobar su muerte. Al amanecer del día siguiente, don Quijote despierta y es conducido por Rocinante hasta la Cueva de Montesinos, donde permanece sepultado y encantado durante trescientos años. Sancho también es llevado hacia la cavidad subterránea por el vástago del historiador musulmán, y corre con la misma suerte de su señor.
Pasados tres siglos, un pastor levanta la piedra que impide la salida de la gruta y, repentinamente, ve aparecer a don Quijote, quien ya no quiere comparecer ante el mundo como el Caballero de la Triste Figura, sino como el Doctor Quix, el caballero cosmopolita de la libertad y el progreso: «…batallaré sin descanso hasta rendirlos ante el ara del Progreso, que es la antorcha que ahora me guía, y la cual debe brillar en todos los rincones del mundo, y recibir la adoración y sacrificio de todas las gentes». (2005: 64). Febres Cordero, con gran audacia, se apropia de uno de los principales personajes literarios de la civilización occidental y, remozándolo con las ideas del positivismo, lo traslada a América para defender el credo del progreso y del orden.
En Leyendas del Quijote, Pedro Pablo Paredes hace uso del monólogo interior para darnos a conocer lo que los distintos personajes de la novela cervantina (el ama, la sobrina, el mozo, Aldonza Lorenzo, Pedro Pérez, Maese Nicolás, las mozas del partido, el ventero, Juan Haldudo, el mercader, Sancho Panza,…) piensan acerca del caballero de la Mancha, la impresión que este les ha dejado. El texto nos deja testimonios de la ternura, la humildad, la melancolía, la nostalgia, la gratitud y la fidelidad.
Aunque no es finalidad del prólogo analizar pormenorizadamente el texto de Pedro Pablo Paredes, creo pertinente citar parte de las palabras de Sancho hacia don Quijote, signos de la fidelidad.
De todo corazón lo repito. Yo había vivido pegado a mis labranzas. Comunicándome, la más de las veces, sólo con el sufrido Rucio. Desde que me hice escudero de Don quijote, mi vida es otra. Muy otra de la que había sido. Vivo ahora, ni sé si dormido o despierto, ni si en la realidad o en la fantasía. ¿Estaré yo también encantado? Por si o por no, he tomado una resolución definitiva. Salga lo que saliere. No desampararé a mi señor. Ahora que quiere hacerse pastor, menos. Estaré con él y con nuestro rebaño. Compartiendo, unas veces sus «falsas alegrías»; otras «sus verdaderas tristezas». Para siempre. (1976: 173)
Refiero parte de las emotivas líneas con las que el humilde labrador rinde homenaje a su señor porque estoy convencido de que evocan parte de lo que cualquier lector de la obra cervantina puede llegar a sentir hacia la figura de don Quijote. No es factible que sus aventuras no dejen una huella perenne en nuestro ser. Para quien conoce las andanzas del manchego, resulta imposible el no volver a recorrer las líneas de la novela inmortal para descubrir nuevas enseñanzas en las aventuras de este.
Sosa Azpúrua ha acompañado numerosas veces a don Quijote en sus salidas; y, por eso, nos regala este material para el deleite y la reflexión. Este dará pie a cavilaciones no solo de tipo literario, sino también sobre la vida misma; pues sus páginas comprenden una nueva forma de ver la existencia y de hacer frente a las dificultades que esta ofrece.
El autor ha evidenciado con esta obra valiosas dotes intelectuales y humanas, que reconozco y admiro con toda sinceridad. Su disertación es motivo de prez dentro de la exégesis cervantina venezolana.
Dr. Fernando Javier Rojas Casorla
[1] Amenodoro Urdaneta nace en Bogotá el 14 de enero de 1829; pero su ascendencia es venezolana y, desde su infancia, producto del asilo político obtenido por su padre en 1831, hace vida Venezuela, donde cursa sus primeros estudios en el Colegio Independencia; ejerce importantes cargos públicos (diputado en la Asamblea Constituyente de la Federación de Venezuela, 1864; presidente de Apure, 1864); y desarrolla una brillante labor intelectual, evidenciada por la publicación de importantes obras filológicas, didácticas e históricas: Principios de gramática castellana (1875), Análisis gramatical. Obra utilísima para las escuelas (1876), Guía gramatical y Guía para el estudio de los elementos gramaticales y pruebas prácticas para conocer con exactitud las partes de la oración (1875); ¡Eureka! La verdadera acentuación castellana según el uso, la razón gramatical y la sanción de los maestros del idioma (1894); Catecismo republicano, o sea La constitución política de Venezuela, adaptado al uso de las escuelas primarias (1877),…
[2]Como resulta evidente, no me propongo a recoger en este prólogo la totalidad del repertorio bibliográfico sobre materia cervantina en Venezuela. Mi intención es solo traer a colación algunos títulos que evidencien que Cervantes y su obra ha sido tema de reflexión en la exégesis de nuestro país.









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