Tres escenarios para Trump, y ninguno lo deja bien parado.

El primero: invadir Venezuela. Es una locura de dimensiones colosales. Implica introducirse en un laberinto sin salida, con tropas insurgentes entrenadas para la lucha de guerrillas, en un territorio gigantesco, que es tres veces superior a Vietnam, dos veces más grande que Irak y un tercio mayor que Afganistán; con urbes enjambradas, selvas amazónicas, montañas nevadas y ríos repletos de caimanes, anacondas y pirañas.

El segundo escenario: retirar sus naves del Caribe y regresar a su cotidianeidad con el rabo entre las piernas. Poco probable, dada la necesidad de probar su hegemonía territorial frente a sus contrapartes China y Rusia.

Y el tercero: negociar con el régimen de Maduro y desarrollar una narrativa triunfal, con retórica teatral y las mentiras usuales que se maquillan como verdades. Este tercer escenario es el ganador y ya se encuentra en pleno desarrollo. Al fin y al cabo, el primer escenario implicaba repetir una historia de fracasos y heridas abiertas que nadie en Estados Unidos desea revivir. En Vietnam, Irak y Afganistán dicha nación tuvo que recoger su carpa tras dos décadas de muerte en cada uno de esos territorios, sin resolver nada y complicándolo todo.

Luego de la conversación telefónica Trump/Maduro hay varios hechos que han pasado desapercibidos por los vendedores de humo y un sector de la población proclive al autoengaño y el pensamiento mágico, nutrido por los fake news y los periodistas mercenarios de los clics monetizados: el escandaloso cierre del espacio aéreo terminó siendo otra variable evidente de un bluf que nunca engañó a un régimen que se las sabe todas.

Porque no hay que olvidar que se trata de una maquinaria de inteligencia que ha logrado sostener el poder 108 años en Rusia, 66 años en Cuba y 26 años en Venezuela. Si alguien puede darle clases a Maquiavelo y a Sun Tzu son los miembros de un régimen que tiene como medallas de honor haber sobrevivido todas las guerras del siglo XX y lo que va del XXI, la crisis de los misiles y cada uno de los estrangulamientos económicos que han intentado hacerle a lo largo de varias generaciones de sogas y guillotinas que no sirvieron su propósito, ya que los únicos cuellos apretados y cabezas rodantes fueron las de los pueblos inocentes que no tenían vela en esos entierros.  

Hace pocos días aterrizó en Maiquetía un avión procedente de EEUU, cargado de venezolanos con el corazón roto y el sueño americano truncado. También llegó otra aeronave proveniente de México, y con pasajeros con iguales características que los que vinieron de su vecino del norte.

En ambos casos, la causa fue la misma: la famosa conversación telefónica, que también parece haber asegurado que la concesión a Chévron se volviera permanente y con mayores ambiciones extractivas.

Y es muy probable que pronto aparezcan nuevas sorpresas respecto al posicionamiento de los intereses comerciales estadounidenses en territorio venezolano. Esto responde al imperativo de la Realpolitik, tan ajena a los delirios fantásticos y a los sueños infantiles de un liderazgo nacional que jamás comprendió la naturaleza del problema que tenía entre manos.

Esta presencia repotenciada de Estados Unidos será tolerada por China y Rusia, deseosas de incrementar la salud económica de Venezuela, que al final se traduce en mejores posibilidades para honrar compromisos crediticios y para seguir comprando maquinaria bélica a partir de contratos jugosos que enriquecen las arcas mafiosas en los continentes de nuestro planeta.

Estados Unidos comprenderá que hoy vivimos en un mundo multipolar, donde las sanciones económicas son circunvaladas gracias a otros ejes de influencia, que prestan sus canales financieros y comerciales para que los sancionados sobrevivan y se unan a sus intereses geopolíticos y económicos.

Como dijimos, este tercer escenario tampoco deja bien parado a Trump, pero al menos reduce el costo inconmensurable del primer escenario y la vergüenza del segundo. Desde que volaron el primer peñero hace tres meses, sostuvimos que dicha acción anulaba toda la fuerza moral de la lucha y ponía en jaque la credibilidad del gobierno estadounidense.

Dicho como hecho. Tras veintidós embarcaciones bombardeadas y más de ochenta personas ejecutadas de forma sumaria (sin pruebas, ni juicio ni contexto), el gobierno de Trump se enfrenta a una posible y merecida corte marcial a su Secretario de Guerra por crímenes grotescos, que no tienen justificación alguna.

Por su parte, el Secretario de Estado, el señor Marco Rubio, tampoco se encuentra en una situación ideal. El descendiente de cubanos que se sumó a la inhumana razia migratoria ejecutada por su jefe, cayó en las redes frívolas de una generación política que sacrificó el destino de un país a cambio de la riqueza material mal habida.

Una clase política que traicionó a los militares que abandonó a su suerte en Colombia, e hizo un botín pirata de la Ayuda Humanitaria, de Citgo y de Monómeros, para vivir en el exilio como los rich and famous que estacionan Ferraris y Lamborghinis frente al Casino de Mónaco.  

La misma clase política que puso a un semi analfabeta, con pasado chavista y motricidad marmótica, como “presidente legítimo”; y que pretende venir a gobernar Venezuela, como si el país fuera una tierra arrasada apta para el aterrizaje de una nave espacial llena de “extraterrestres”, portadores de las fórmulas mágicas que en 100 días borrarían 26 años de desafueros, traiciones y muerte.

Y es esa clase política la que convenció a Marco Rubio, y a otro par de senadores cubano americanos, de que en Venezuela existen Fuerzas Armadas esperando una amenaza creíble para dividirse y darle la bienvenida a un nuevo gobierno.

Esa inteligencia fallida fue la que hizo que Trump cayera en una trampa de la que ahora lucha por salir airoso. Su estrategia de hacer del Caribe una bestia peligrosa, capaz de aterrorizar al régimen chavista, le explotó en la cara y ese se lo debe a su propia impulsividad, azuzada por la mediocridad de sus asesores. 

Pronto estos tres meses de incertidumbres y humos noticiosos serán cosa del pasado. Se dirá que Maduro aceptó cooperar con el combate a las drogas; se dirá que se salvaron vidas evitando que el conflicto escalara, y se dirá también lo que es cierto: que Venezuela no tiene una clase política capacitada para tomar las riendas de un país acechado de maldad por los cuatro costados.

Habrá nuevos exilios políticos, que se sumarán a los otros para completar el circo del absurdo, que distrajo a Venezuela mientras la destruían.

El precio fue alto: se jugó con la esperanza de un pueblo desesperado. Se le trató con irresponsabilidad y desprecio, porque el amor no consiste en engañar. Tampoco en confundir delirios y fantasías con realidades.

Lo que debe aceptarse es que el régimen que hoy controla el poder no está allí por casualidad. Es el producto natural de una sociedad que no ha asumido la responsabilidad que le corresponde y que prefiere que le caigan a cuentos antes de aceptar la dura realidad.

Sin que sea consuelo, al menos habrá paz y la posibilidad de hacer una vida sin que bombas caigan del cielo para dejar todo en escombros y profundizar los males sin solucionar ninguno de ellos.

Pasarán muchos años antes de que exista el asomo de un cambio ideal, pero podrá la sociedad ir aprendiendo de sus errores, educándose con seriedad y a duras penas aspirar a ser adulta.




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3 respuestas a “Trump, Maduro y una sociedad que aprenderá a ser adulta”

  1. Avatar de Elsa Canelon
    Elsa Canelon

    Coincido con tu analisis, es la primera vez que siento pena ajena ante este desatino de DJT; una absurda mobilización de recursos navales que nos está costando Billones a los N.Americanos.

    Gracias por el artículo.

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  2. […] Trump, Maduro y una sociedad que aprenderá a ser adulta […]

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  3. Avatar de Verónica
    Verónica

    Siempre será un privilegio estar tras bastidores para lograr un análisis asertivo y no en el público ni en el propio show, gracias por su objetividad, saludos cordiales.

    Verónica.

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