Como sabemos, cuando se opta por el camino leguleyo en el marco de una tiranía totalitaria se cae en trampas de imposible salvación. Las actas no prueban nada, hasta que un tribunal así lo determine.
En consecuencia, el señor González Urrutia no es presidente electo y tampoco puede serlo de ejercicio si antes así no lo decide la justicia formal (TSJ), incluyendo al CNE, la Fiscalía General de la República y la Asamblea Nacional que, como sabemos son propiedad de la tiranía y eso lo conocemos, o deberíamos conocer, todos los que vivimos o hemos vivido en Venezuela (además de los 65 países que condenaron al régimen en 2019 por ilegítimo, usurpador, fraudulento y criminal).
Entonces, al final, el asunto de las actas termina siendo la palabra de unos individuos, con marcados conflictos de interés, contra todo el poder de la «justicia», a la que esos individuos optaron por someterse.
Pero como vivimos en el país de Cantinflas, esa parte se obviará, y es probable que el 10 de enero, en un acto (a lo mejor en la Plaza Mayor de Madrid, que tanto gusta a los políticos principescos que viven allá sus exilios dorados) se le coloque una banda presidencial (obvio que de ocho estrellas) al señor González Urrutia, confeccionada con mucho esmero para tan elevado acto, quizás por los mismos que confeccionan las bandas del Miss Venezuela.
Solo espero que cuando le pongan esa banda presidencial de utilería al «presidente legítimo» de utilería, no se materialice, por parte de las víboras conocidas de toda la vida, un plan similar al que ya sufrimos en el pasado:



1) Creación de gobierno paralelo para tener acceso al tesoro nacional represado en el exterior, incluyendo empresas energéticas e instrumentos financieros de la República que se negocian en los mercados internacionales.
2) Reactivación del negocio «La lucha por Venezuela», que consiste en usar a los recientes muertos y a los recientes presos políticos para levantar dinero para ONGs fantasmas, que en principio lo emplean para la ayuda humanitaria, pero que nunca llega a su destino final, salvo algunas cajitas con medicinas y enlatados que igual vencen y se oxidan en el puerto donde quedan represadas.

3) Creación de una burocracia internacional, financiada con la ayuda humanitaria que estaba destinada a los hospitales, pensionados, y familias de las víctimas de los crímenes de la tiranía, pero que se ha usado para pagarle la vida a los «luchadores por Venezuela» que viven en New York, Washington, Madrid, Miami, Colombia, México, etc.
4) Utilización de los fondos recaudados por el negocio «La lucha por Venezuela» para financiar al universo de periodistas, analistas, influencers, académicos y oportunistas gravitacionales vitalicios que se pegan como garrapatas a estrategias que no van para ninguna parte, excepto para incrementar la calidad de vida de ellos mismos.
Ojalá que al menos esto no se repita. Porque todo lo demás ya se repitió.
pd. muy bonito y gandhiano el mensaje enviado desde Madrid por el señor González Urrutia, invitándonos a vivir a todos como hermanos, incluyendo a los tiranos que le dieron el salvoconducto y el espacio aéreo para salvarse de tener que vivir en la comodidad de su casa como cárcel (casa donde igual ya vivía retirado, dándole de comer a sus guacamayas); tiranos amistosos y comprensivos con él y que se acaban de cargar a más de cincuenta venezolanos, herido a otros cientos y metido presos a casi tres mil, muchos de ellos niños.
Tomando en cuenta que todos ellos corrieron esa suerte gracias a la estrategia del señor González Urrutia, ojalá que desde Madrid al menos les dedique una oración en la Catedral de La Almudena.








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