Tiempo sin experimentarlo. Julieta tenía años, muchos, sin sentirlo. Y hoy se despertó y sí lo sintió. Julieta tuvo un orgasmo. No sabe de dónde vino, ni porqué hoy y no ayer o mañana. Pero antes de acostarse, la mujer estuvo leyendo literatura con historias del coronavirus y cómo las parejas encuentran motivos originales para el amor, formas creativas, maromas no aptas para momentos corrientes. 

Julieta tiene casi dos meses presa en un departamento de sesenta metros cuadrados y las letras eróticas han removido ansias que creía disipadas por el tiempo y la soledad. Sí, eso mismo, la soledad. En épocas remotas la mujer conoció el amor, pero también aprendió a tenerle miedo. A los diecinueve le dejaron plantada en la iglesia y los murmullos y miradas compasivas desde entonces han sido su sombra. Esa escenografía de su teatro existencial se volvió la única trama y los pasos del calendario no ayudaron. A los cincuenta, Julieta aún sufre pesadillas con Humberto, quien contrajo nupcias con una alemana, vive en Berlín y parece feliz con sus cinco retoños. 

¿Y ella? Difícil describirlo. Las personas no solemos evaporarnos tan rápido. Pero cuando las experiencias se limitan a ser una única obsesión, la tristeza aparece y ya más nunca se va. En su piso, Julieta cuenta con lo que requiere para subsistir: su loro Panchito, que a diario le canta: “Buenos días preciosa”; su televisor plasma, donde no se pela las series de Netflix; la nevera, que al abrirla tiene la luz de las ausencias; y una ventana hacia el piso del vecino. Julieta no parece necesitar nada más. Su tío Luis Eduardo le dejó un dinero que le garantiza el techo, la comida y sus medicinas. Al resto le dijo adiós y nunca miró para atrás. 

Sus días son lentos. Suceden en una bruma de pesimismo que terminó por convertirla en una bruja; ese tipo de ser que los libros de autoayuda denominan “persona tóxica”. Ejemplo: cuando Julieta recibe alguna visita: la vecina para pedirle azúcar; la prima Teresita—que por lástima aparece de vez en cuando—, su hermana Luisa (por igual razón que Teresita), o cualquier otra persona que se le acerque, ella se las ingenia para disparar el dardo venenoso. Como quien no quiere la cosa, la punta se clava donde más duele. Sí, Julieta es de esa clase de ser que al hablar con otros asesina el buen nombre de cualquiera, dejando la estela de un arsénico invisible que horas después sigue causando la sensación de suciedad, porque el oyente se siente cómplice del chisme; o alguna remota inseguridad resucita y ataca la autoestima. Julieta es así. Inyecta gasolina a la máquina que produce las miserias de la humanidad.

Hoy es temprano y la doñita luce como un pajarito en primavera. Se mira al espejo y sus mejillas tienen un color vivo. El cabello le brilla, siente dureza en sus pechos y estos hablan solos, mientras hay risitas al sur de su vientre. Saluda a Panchito y prende su laptop. La Cuarentena se extenderá. Pero a Julieta ya no le importa eso. Su orgasmo lo cambió todo: el ánimo; su físico y sus horizontes. 

La ventana cobra una relevancia que antes solo tenía a medias. A cierta hora por allí se cuela un film porno. Gonzalo, el del 707, también acata las órdenes de no salir. Y a diferencia de ella, este sujeto sí es social y goza de compañía, su esposa Katty. Y sin duda la Pandemia inspiró en él una creatividad que solo es posible cuando reina el ocio. Julieta nunca exploró más allá de la sombra de una telaraña que le producía repugnancia. Pero eso fue en otro tiempo. Hurga en la gaveta y allí están: los binoculares que le sirvieron para vigilar el comportamiento de las aves durante sus estudios de biología en la UCV. Y su utilidad seguirá siendo para temas de la naturaleza. No para el detalle de un aleteo, sino para las artes humanas en la acción de copular. A las nueve se inicia el show. 

Gonzalo es un sujeto poco atractivo para las hormonas femeninas típicas. Unos quince años atrás, comprendió que no tenía caso obsesionarse por la calvicie, ni por los récords batidos por las dimensiones de su vientre. La panza, entonces incipiente, mutó sin pudor gracias a las polarcitas y a las parrillitas con los panas. Al desprenderse de su camisa, da luz a una entidad autónoma que navega orgullosa las olas de manteca, mientras los michelines bailan al ritmo de los boleros de Luis Miguel. Pero hay un misterio que Julieta se ha dispuesto resolver esta noche. A las nueve, Gonzalo abre una botella de ron y le sirve un vaso a Katty, su improbable compañera de cuarto si no fuera por los dólares que se embolsilla gracias a sus conexiones gubernamentales. Se trata de una rubia tallada con el bisturí del doctor Bello, quien obró magia e hizo de su cuerpo un parque de diversiones XXX.   

A los pocos tragos, el ambiente cobra el tono de lo que sucede a continuación: Katty acumuló horas de entrenamiento para perfeccionar el fino arte del striptease. Desabrocha su blusa con calma felina, se da la vuelta y lanza el sombrero hacia Gonzalo, que parece feliz. La diabla comienza a bajarse los pantalones y asoma un hilo dental confeccionado en los talleres exclusivos del Averno.  Y emana un detalle curioso: el hombre pone un bombillo rojo en la lamparita de la mesa de noche y la habitación adquiere la luz del pecado. A Julieta le produce molestia en la vista, pero al ratico se adapta al escenario sobrevenido. Da un toque a la ruedita de los binoculares y alcanza la nitidez perfecta. 

La Katty no malversó los fondos que le fueron transferidos a su cuenta para pagarle a Bruno Geare tantas horas de clase. Ella sabe lo que hace. Se mueve para enloquecer a su presa. Sigue bajando con suavidad y paciencia sus jeans hilachados, mientras Gonzalo se zampa otro vaso de  ron y algo sucede…Julieta se llena de incredulidad. Pero sí, su vecino ha sido derrotado por Morfeo. Katty, rápido, se sube los pantalones y mira su Cartier de oro. Le da unas palmaditas en sus cachetes danzarines al hombre dormido y este no reacciona; parece un muerto. 

Katty mira otra vez el reloj y sale de la habitación, con la mirada clavada de Julieta, que sigue la trayectoria recorrida por la bailarina de silicona. La chica coge el celular y marca. Julieta regresa con sus binoculares a la habitación de Gonzalo y lo único que tiene vida en él es su orgullosa lipa, que respira sola. Las pupilas ansiosas de cotilleo ahora observan como Katty le abre la puerta a Nacho, el vecino del 321. No pasa de los veinte y ya sería un anciano si cumpliera años por cada morbosidad que sus músculos provocan en las mentes femeninas de aquel edificio.

Nacho también hizo buen uso de su tiempo en el gimnasio. Allí parece que transcurren todas las horas de su agenda. Al quitarse la franela con la cara de Bob Marley, Julieta se rie gracias al cosquilleo inédito que sucede entre sus piernas. Es como si un animalito huyera de la telaraña, penetrando un espacio de su anatomía que ella desconocía. Julieta hace memoria y compara su orgasmo matutino con esto que siente ahora y se le parece bastante. Sus calores hacen que los binoculares se vuelvan aparatosos para la visión detectivesca que necesita y entonces se ve obligada a interrumpir el show para desempañarlos con su camisón. Reactiva la misión y ahora la rubia Katty se volvió la mejor amiga del hombre, haciendo un despliegue canino de sus cuatro extremidades para ofrecer un territorio que Nacho podrá ocupar con la fuerza de los toros de San Fermín. 

Julieta no da crédito a lo que observa. Pero no hay duda. A Gonzalo le están poniendo unos cuernos proporcionales a las dimensiones de su abdomen. Y la doña siente como la felicidad le brota de su pecho. Ha gozado momentos de extrema realización erótica, que también le proporcionaron el material que necesita para al fin lograr el éxito que ansiaba desde hace años: poner a la zorra del 707 de patitas en la calle y así no tener que verle aquellas piernas tonificadas y ese culo tan duro a la muy puta. Ahora sí podrá circular en paz con su bolsa del Plaza’s y meterse en el ascensor sin miedo a encuentros comparativos.

Mañana, a las tres, invitará a su vecino Gonzalo Valera a tomar el té.  



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Una respuesta a “El orgasmo”

  1. Avatar de Veronica,
    Veronica,

    Genial!! Complimenti!

    Verónica

    Le gusta a 1 persona





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