En su texto ¿Qué es el acto de creación?, Gilles Deleuze plantea un tema polémico respecto a las ideas y el acto de producirlas. Las circunscribe a un ámbito de especialización concreta, descartando la posibilidad de que, por ejemplo, un cineasta tenga una idea filosófica, o un músico una literaria. Aunque matiza su punto cuando habla de las adaptaciones de una novela al cine: Hay ideas en cine que podrían ser excelentes ideas en novelas, pero no tendrían el mismo «allure», sigue afirmando que las ideas están compartamentalizadas, solo que pueden adaptarse porque comparten rasgos comunes; y cita a Dostoievski y su obra: “Si Kurosawa puede adaptar Dostoïevski, es al menos porque puede decir: tengo un asunto común a él, tengo un problema común, este problema”.

Creo que Deleuze asume una posición extrema y errada, desvirtuada por infinidad de ejemplos que lo contradicen. Wagner, por citar un caso, generaba sus ideas teniendo en mente la mezcla de música, literatura, artes escénicas, iluminación, inclusive la ciencia detrás de la acústica (y por eso decidió construir su propio teatro en Bayreuth).
En fin, Wagner concebía una idea artística que contenía en su núcleo el sincretismo de los géneros creativos (Gesamtkunstwerk: La obra creada a partir de la mezcla de música, danza, poesía, pintura, escultura y arquitectura) , y sería imposible desmembrar esa génesis de su ingenio, su “Eureka”, y separar el trozo de la idea que corresponde a la música del que se adapta al teatro o al literario, porque el resultado sería una idea incomprensible, o al menos totalmente alejada de la visión de su creador, un rompecabezas con piezas faltantes.

Einstein, sin ir más lejos, concibió sus mejores ideas valiéndose de artes disímiles, incluyendo materias tan especializadas como la religión, la música y, por supuesto, la filosofía.
Es interesante sí, cuando Deleuze sostiene que la creación artística es una forma de Resistencia: «Solo el acto de resistencia resiste a la muerte, sea bajo la forma de obra de arte, sea bajo la forma de una lucha de los hombres».

Aquí recuerdo a Mario Vargas Llosa, quien en cierta forma podría sintetizar lo que desea comunicar Deleuze con el tema de la “Resistencia”.
Afirma este escritor: “La literatura es enormemente útil porque es una fuente de insatisfacción permanente; crea ciudadanos descontentos, inconformes (…)
Lo que tengo claro es que los personajes que me seducen más son los inconformes. Personajes que quisieran cambiar, si no el mundo, por lo menos su entorno, porque no lo resisten tal como es”.
Una idea proviene de las cavernas del cerebro, y en esas paredes retumban los ecos de todo lo vivido, pensado y creído por su autor. No existe idea pura, toda creación artística, filosófica, mecánica, o cualquiera que sea su campo de especialización, viene mestiza, mezclada por infinidad de elementos culturales, los cuales, quizás, ni siquiera operan en el ámbito de la conciencia, porque son generados en el sueño o pulsiones inconscientes.
Esto no significa que cada ámbito de especialización no implique un cierto tipo de ideas que se le adapte para lograr su efectividad práctica. Pero la distinción que hace Deleuze es baladí y fallida. El acto de creación de cualquier idea, al final, es tan misterioso como la creación del Universo. Son tantos los factores implícitos en la carga genética de una idea, que el ejercicio de decodificarla termina siendo en sí mismo un acto creativo y ficcional…nunca se sabrá del todo de dónde provino y tampoco importa mucho.
Quizás Deleuze piensa lo mismo que nosotros cuando, contradictoriamente a lo sostenido en todo su ensayo, afirma: «Y ¿Qué relación hay entre la lucha de los hombres y la obra de arte? La relación mas estrecha y para mí la más misteriosa».
Lamentablemente, sus letras no logran comunicarlo, al menos no de forma coherente.








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