Se dice que la belleza es el vehículo para contemplar y comunicarnos con Dios. Platón sugería que la misma era una forma de incandescencia del Bien Absoluto, algo así como el calor que se desprende del fuego o el frio del hielo.

La belleza tiene una singular manera de comunicarnos el mensaje que la armonía y la eterna sorpresa son el regalo de la Providencia.

Se trata de un regalo especial, ya que gracias a la belleza entendemos que lo más valioso de la vida es aquello que no se puede comprar, y que solo somos capaces de disfrutarlo cuando nuestra disposición anímica está lista para trascender el utilitarismo y conectarse con lo más sencillo de la vida.


Sófocles fue afortunado. Este poeta fue el consentido de Atenas, ya que reunía los dones que aquella gloriosa ciudad admiraba: belleza, valor, ingenio, alegría y la gran capacidad de transmitir con sus obras las emociones más sublimes del alma. Nadie le hacía sombra, y hasta Esquilo, su más feroz competidor, se rendía ante su grandeza.

A partir de sus tragedias, Sófocles nos enseña que la belleza se encuentra también en los momentos más oscuros de la existencia, cuando las furias han sacado los dientes y nos observan con su apetito feroz.

Las tragedias de Sófocles son quizás el más elocuente testimonio literario de lo que significa la belleza. Los dones de la fortuna pueden ser fabulosos, pero toda luz tiene su sombra. Canta el Coro en Edipo Rey:

En esta obra, el poeta nos presenta la vida de Edipo, Rey de Tebas, de quien todos conocemos su historia. Espantado por las revelaciones del Oráculo de Delfos, y para cerciorarse de que jamás sus profecías se materializarían, Edipo huye de Corinto y en el camino da muerte a un hombre para él anónimo, Layo, sin saber que se trata de un rey, su mismísimo padre, tal y como predijo el Oráculo.

Al llegar a Tebas logra resolver el enigma de la Esfinge y así pone término al espanto que ésta representaba para el reino, y entonces la ciudad agradecida le hace su Rey. Casa con la reina Yocasta, viuda de Layo, y tiene con ella una prolífica descendencia.

Todo parece irle de maravillas a Edipo. Es admirado, amado, temido y reverenciado por su pueblo y por su familia. Consciente de sus deberes como estadista, afirma orgulloso:

Pero la fortuna le tenía reservada la peor de las desgracias. Tras la revelación trágica, dice Edipo a sus hijas: 

Y entonces, ciego y avergonzado, se auto destierra, para vagar por el mundo sin patria y sin honra.

En esta obra que, para muchos, yo incluido, inicia el género policial en la literatura, vemos reunidos todos los elementos que constituyen la belleza del alma humana, en toda su grandeza y su miseria.

Gracias a Sófocles podemos analizar la sombra del individuo y percibir que la belleza no solo se encuentra en la gracia, sino también, y quizás con mayor nitidez, en la desgracia.

Edipo intentó hacer el bien huyéndole a su destino, para encontrar al final que la huida fue inútil, y que el destino es terco, paciente e implacable.

En un pasaje de la obra, su cuñado Creonte le espeta:

Y exclama el Sacerdote: Después de habernos levantado, caemos de nuevo en el abismo.

Antes de recibir la noticia fatal que cambiaría su vida, Edipo insiste en saber la verdad sobre su nacimiento, nunca sospechando el horror que escondía, pensando que ésta si acaso le revelaría un origen humilde del cual no se sentiría jamás avergonzado:

En su desgracia, Edipo muestra arrepentimiento por haber acusado erróneamente a Creonte del asesinato del rey Layo. Canta el coro: Los juicios precipitados suelen ser inseguros.

Y Creonte, que tenía todas las razones para despreciar a Edipo, no solo le perdona, sino que lo trata con bondad y consideración.

Aquí otra vez captamos los pinceles de Sófocles trazando los relieves que resaltan la belleza del espíritu humano. En lugar de someterlo al oprobio de su pueblo, Creonte le ofrece a Edipo una salida silenciosa, sin exponerlo a las burlas y los ataques del reino.

Y expresa frases llenas de sabiduría y conmiseración:

Creonte no desea reinar, y ante las injustas acusaciones de su cuñado, en todo momento conserva la calma y la ecuanimidad:  Toda cosa en su punto es buena. Y en otro momento de la obra, le responde a Edipo que no toda orden debe cumplirse: No ciertamente, si tu orden es injusta.

Aquí vemos el valor que Sófocles otorga a la genuina justicia, muchas veces en contradicción con las leyes y decretos humanos -algo que otra vez veremos en “Antígona”-; y también con un lirismo bellísimo, tal y como vimos más arriba, el poeta nos expresa la certeza de que el tiempo es el mejor juez de la vida de un hombre.

En el momento de su caída, Edipo da muestras de la grandeza de su alma, a partir de nobles sentimientos, que manifiesta hacia Creonte, hacia su pueblo, su familia y su propia conciencia. Edipo comprende que debe ser fiel a su palabra. Había jurado que el responsable del asesinato de Layo sería desterrado de Tebas, con el desprecio del mundo entero.

Al percatarse que el asesino era él mismo, no dudó un segundo en aplicarse su propia sentencia, no sin antes exponer sus culpas con una de las demostraciones de vergüenza más conmovedoras de la literatura universal:

Y afirma el Mensajero:

Sófocles expone que nuestro recorrido existencial está sujeto a toda clase de situaciones sobrevenidas, que en cualquier instante pueden cambiarnos completamente la vida. Edipo Rey es un compendio de sabiduría que nos va develando la filosofía que explica la existencia.

No parece casual que encontremos tantas similitudes entre esta tragedia y una obra que se escribiría muchos siglos después, por quien es considerado el escritor más grande de la Literatura Occidental: William Shakespeare.

La duda de Hamlet, su encuentro con la terrible verdad y el trágico desenlace que le sobreviene como consecuencia, tiene la influencia de Sófocles en cada reflexión del príncipe de Dinamarca y su diálogo con su propia conciencia perturbada, que cobra la forma del fantasma de su padre.

Encontramos en la traición de su tío y la infidelidad de su madre, rasgos similares a los pecados inconfesables e involuntarios que empujaron a Edipo al más lúgubre de los abismos.

La fortuna es un regalo caprichoso, que, igual que nos sonríe, de un día para otro decide abandonarnos, o enseñarnos alguna lección en un rincón del laberinto en donde nos encierra.

Paradójicamente, Sófocles, el creador predilecto de Atenas, experimentó con una cucharada de su propia medicina literaria. Al final de su vida, su propio hijo le traicionó.

Celoso del amor que el poeta le prodigaba a su nieto y temeroso de perder su herencia, el vástago sometió a su padre a un procedimiento humillante, con el cual logró que lo declararan incompetente, y le arrebataran la administración de sus bienes.

Así, este hombre de luces, padre del teatro griego y portador de todos los dones que la naturaleza es capaz de prodigar, culminó sus días abandonado y humillado por su propio hijo…un desenlace trágico para este mago de la tragedia, que nos evidenció que la belleza del alma se revela aún en las peores circunstancias…y quizás gracias a ellas: Acostada en medio de la desdicha, el alma ve más.  



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3 respuestas a “La belleza de lo trágico en Edipo Rey”

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  3. Muy interesante

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